Después de salir reventado de trabajar el sábado (si ir a desayunar, comprar la equipación para el triatlón y dar un paseo por la obra se puede llamar trabajar), llego a las 14.30h a casa, me hago un plato de arroz con pechuga de pollo y me echo un rato en el sofá para descansar, no puede faltar mi capitulo de perdidos. A las 16.30h me pongo en pie, con muchas ganas e ilusión, para empezar la rutilla que me había preparado: 30 kms por el parc de Collserola, saliendo en Sant Feliu de Llobregat y llegando a la Creu d’ Olorda y media vuelta otra vez para Sant Feliu, sabiendo que había tramos con inclinaciones superiores al 12 %.
Comienzo la ruta desde el inicio con una subida del 9 % sin tener tiempo para calentar las piernas. El primer kilómetro y medio disfruto del paisaje y pedaleo con constancia y ritmo, aunque la inclinación iba aumentado paulatinamente. A partir de ahí me esperaban tres kilómetros y medio de infarto, con pendientes medias que oscilaban desde un 15 % hasta un 24%, para haberme matado! Pero yo, contento. Aguanté bastante bien el tirón, hasta que peté, y en los últimos 100 metros del tramo de 24% de pendiente me tuve que bajar de la bici y subí andando hasta la “cima”. Creo que hasta me sentí realizado por la gran proeza que había conseguido. A partir de ese momento, cogí la carretera general durante 2 kms y después me adentré en la montaña por un camino intransitable debido al barro, que me provoco algún que otro resbalón. Por suerte, no me caí (menos mal que tengo mí pulsera), así es como disfruto en la bici.
Comencé a coger ritmo y al llegar al km. 11 empecé a bajar, pensado: “llevo 1:15 en la bici y todo lo que baja tiende a subir otra vez”. Olvidé por completo la ley de la gravedad y me mantuve en mi nueva teoría copernicana. Continué rodando hasta llegar al km. 13.38 para ser exactos, me paré, mire para un lado, después al otro, para arriba y al frente y me pregunté: “¿quién coño a puesto esta puta verja aquí? Y aquí es donde se confirma la Ley de Murphy: cuando crees que las cosas van mal, piensa que aún pueden ir mucho peor.
Me encontré que eran las 19:30 horas de la tarde, en medio de la montaña, con una verja que no me dejaba realizar los 10 últimos kms que me faltaban para llegar otra vez a Sant Feliu, cuando me acordé de la madre del que puso la verja, del que la fabricó y de quién pensó que ese era buen sitio para colocarla. Miré el GPS para ver sí podía atajar por algún camino, pero no lo vi nada claro. Di media vuelta y empecé a subir hasta que de repente me di cuenta de que había pinchado (otra vez me acorde en la madre de todo el mundo). Inflé la rueda con la pedazo de bomba que me regalaron en PROBIKE y también me acorde de sus madres. Miré otra vez el GPS en busca del punto de civilización más cercano (parecía el último superviviente). Me inflé de valor (ahí dejo el sarcasmo) y comencé a bajar durante dos kilómetros y medio hasta que encontré un pueblo perdido en medio del Parc de Collserola llamado las Planes de Valvidrera. No sabía ni que existía! Cual fue mi sorpresa que descubrí que tenía hasta Ferrocarriles de la Generalitat.
Finalmente decidí resolver mi situación. Llamé a un amigo, le conté lo que me sucedía, se apiadó de mi y vino a buscarme en coche a la estación de ferrocarril. La conversación fue muy breve ya que no me quedaba casi batería y no quería quedarme tirado en medio de la “nada” sin móvil. Así que cogí el poco dinero suelto que tenía y utilicé una cabina de teléfono público de la estación. Con 1 Euro sólo puedes hablar 35 segundos! Qué ladrones! Al final me gasté 4.50 € en tres llamadas de mierda para decir, si, no, vale, el Peu de Valvidrera y ahora voy.
En fin, una ruta interesante, para volverla a repetir, pero modificándola, eso sin duda. Salí a las 17:00 h y llegue a casa a las 10:30 h, reventado. Gracias Manel.
Si no sabes dónde vas, al menos debes saber de dónde vienes. Proverbio
Comienzo la ruta desde el inicio con una subida del 9 % sin tener tiempo para calentar las piernas. El primer kilómetro y medio disfruto del paisaje y pedaleo con constancia y ritmo, aunque la inclinación iba aumentado paulatinamente. A partir de ahí me esperaban tres kilómetros y medio de infarto, con pendientes medias que oscilaban desde un 15 % hasta un 24%, para haberme matado! Pero yo, contento. Aguanté bastante bien el tirón, hasta que peté, y en los últimos 100 metros del tramo de 24% de pendiente me tuve que bajar de la bici y subí andando hasta la “cima”. Creo que hasta me sentí realizado por la gran proeza que había conseguido. A partir de ese momento, cogí la carretera general durante 2 kms y después me adentré en la montaña por un camino intransitable debido al barro, que me provoco algún que otro resbalón. Por suerte, no me caí (menos mal que tengo mí pulsera), así es como disfruto en la bici.
Comencé a coger ritmo y al llegar al km. 11 empecé a bajar, pensado: “llevo 1:15 en la bici y todo lo que baja tiende a subir otra vez”. Olvidé por completo la ley de la gravedad y me mantuve en mi nueva teoría copernicana. Continué rodando hasta llegar al km. 13.38 para ser exactos, me paré, mire para un lado, después al otro, para arriba y al frente y me pregunté: “¿quién coño a puesto esta puta verja aquí? Y aquí es donde se confirma la Ley de Murphy: cuando crees que las cosas van mal, piensa que aún pueden ir mucho peor.
Me encontré que eran las 19:30 horas de la tarde, en medio de la montaña, con una verja que no me dejaba realizar los 10 últimos kms que me faltaban para llegar otra vez a Sant Feliu, cuando me acordé de la madre del que puso la verja, del que la fabricó y de quién pensó que ese era buen sitio para colocarla. Miré el GPS para ver sí podía atajar por algún camino, pero no lo vi nada claro. Di media vuelta y empecé a subir hasta que de repente me di cuenta de que había pinchado (otra vez me acorde en la madre de todo el mundo). Inflé la rueda con la pedazo de bomba que me regalaron en PROBIKE y también me acorde de sus madres. Miré otra vez el GPS en busca del punto de civilización más cercano (parecía el último superviviente). Me inflé de valor (ahí dejo el sarcasmo) y comencé a bajar durante dos kilómetros y medio hasta que encontré un pueblo perdido en medio del Parc de Collserola llamado las Planes de Valvidrera. No sabía ni que existía! Cual fue mi sorpresa que descubrí que tenía hasta Ferrocarriles de la Generalitat.
Finalmente decidí resolver mi situación. Llamé a un amigo, le conté lo que me sucedía, se apiadó de mi y vino a buscarme en coche a la estación de ferrocarril. La conversación fue muy breve ya que no me quedaba casi batería y no quería quedarme tirado en medio de la “nada” sin móvil. Así que cogí el poco dinero suelto que tenía y utilicé una cabina de teléfono público de la estación. Con 1 Euro sólo puedes hablar 35 segundos! Qué ladrones! Al final me gasté 4.50 € en tres llamadas de mierda para decir, si, no, vale, el Peu de Valvidrera y ahora voy.
En fin, una ruta interesante, para volverla a repetir, pero modificándola, eso sin duda. Salí a las 17:00 h y llegue a casa a las 10:30 h, reventado. Gracias Manel.
Si no sabes dónde vas, al menos debes saber de dónde vienes. Proverbio
No hay comentarios :
Publicar un comentario